La piel puede sensibilizarse por varios motivos y en cualquier momento de la vida, desde la lactancia hasta la edad avanzada. Aparece cuando está deteriorada la función de la barrera protectora de la piel, dando lugar a que la piel empiece a ser vulnerable a irritantes externos, como sustancias químicas, alérgenos u otras. Los síntomas pueden aparecer en la cara, el cuerpo y el cuero cabelludo y entre ellos destacan el enrojecimiento y la descamación. Pueden ser con picor (pruriginosos) y perturbar la vida cotidiana, con la consecuencia de un intenso malestar físico. La piel sensible reacciona a menudo de un modo imprevisible y puede aparecer en cualquier lugar del cuerpo.
El conocimiento de la importancia de las defensas naturales de la piel y los factores que las debilitan, puede ayudar a descifrar este "discurso cutáneo". La imprevisibilidad de la piel sensible significa que, en muchos casos, las soluciones por lo general giran en torno a la prevención . En consecuencia, el objetivo es controlar y minimizar sus causas y estímulos.